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Eldarya Diaries I - Ni Kansas ni conejos

17/3/18

Eldarya Diaries I - Ni Kansas ni conejos

N/A: Bueno, pues retomo el blog una vez más con algo que llevo tiempo barruntando y que finalmente me he decidido a hacer: ficcionar Eldarya. La idea es contar la historia desde el punto de vista de una Gardienne, en plan diario. Aclaro de antemano que esta Gardienne tiene su propia personalidad (y espero que no me quede tan pava como puede ser en el juego) y que su nombre no se correponde con el de mi cuenta de Eldarya. Dicho esto, espero que os entretenga leerme y que me dejéis vuestros comentarios. Recordad pulsar al Meow para leer el post completo. Enjoy! 
PD. Gracias a Planet Sucrette por subir los gameplays del juego, sin los cuales no hubiese podido acordarme de como empezaba todo 

Eldarya Diaries

Ni Kansas ni conejos


Algunas culturas terrestres creen que el nombre que nos ponen al nacer marca nuestro destino. No estoy segura de si mi madre tenía esto en mente cuando escogió mi nombre, pero el caso es que decidió llamarme Alice. Sí, como la niña aquella que se dedicaba a perseguir conejos blancos, caerse en agujeros y atravesar espejos. 

Tampoco es que a estas alturas importen mucho las razones por las que mi madre escogió llamarme así. Quizá simplemente le gustase el libro, quizá tuviese alguna clase de inspiración divina, quizá fuese sólo una casualidad. Aunque si fue una inspiración divina, me gustaría decirle cuatro cosas a esa divinidad. 

El caso es que, como mi tocaya, acabé en un mundo desconocido. Yo no perseguí ningún conejo ni me caí por un agujero. Lo mio fue algo mucho más simple. Estaba en ese punto de mi vida en el que te replanteas tu futuro y todo lo que habías pensado que sería. O lo que es lo mismo, en mi último año de carrera, cerca del final del curso. Así que os podréis imaginar lo estresada que estaba. Bueno... o quizá no. No sé si los que lleguéis a leer esto sabréis lo que es el estrés universitario. O la Universidad, en general. En fin, no quiero irme por las ramas. Dejémoslo en que estaba estresada, y se me ocurrió la brillante idea de hacer lo que solía hacer cuando necesitaba respirar: irme a pasear al bosque.



Siempre me ha gustado el bosque. El sonido de mis pies al caminar, la forma en que el sol se cuela entre los árboles... Aquel dia me entretuve examinando cada detalle, para evitar pensar en los trabajos a entregar y los apuntes que estudiar. Y por eso me fijé en unas setas que no recordaba haber visto antes. 

Diréis ¿qué tienen de particular unas setas en medio del bosque? Bueno, estas estaban en forma de círculo. Un círculo perfecto. Algo que me pareció raro, porque, hasta donde yo sé, la Madre Naturaleza no utiliza compás. Me acerqué a curiosear más. Lo sé, suena algo estúpido pero... era eso o volverme con los apuntes. 

Diría que sentí algo que me impulsaba a meterme en ese círculo. Una especie de energía, la llamada de un ser superior, un instinto irrefrenable, la aparición de algún animal peludo y blanco... pero no. No hubo ninguna señal de ningún tipo. Vi un círculo de setas y decidí meterme dentro porque... porque soy así de inteligente.

A partir de aquí es cuando empiezan las cosas raras. Primero me rodearon unas luciérnagas. O al menos me parecieron luciérnagas. Seguramente fuesen cualquier otra cosa. Al fin y al cabo, las luciérnagas no se ven a plena luz del sol, ¿no? 

De repente todo a mi alrededor se puso blanco. Tuve que cerrar los ojos para no quedarme ciega. No me preguntéis qué pasó, porque no lo sé. Yo no noté nada, salvo la luz que me cegaba. No recuerdo bien cómo reaccione. Seguramente grité algo. Hace tiempo de ello, perdonadme por no recordar bien todos los detalles. 

Repito: no sé qué pasó. Pero cuando pude abrir los ojos, no estaba en el bosque. Estaba en una sala desconocida, ante un cristal inmenso. Lo sensato hubiese sido pararme a pensar en qué demonios había pasado, pellizcarme para comprobar si estaba soñando y quizá salir corriendo. Pero lo único que se me ocurrió fue acercar la mano al cristal para tocarlo, maravillada por... no sé por qué. Supongo que el cambio de lugar me había atontado las neuronas. A dia de hoy me sigue costando entender todo aquello. 

Antes de poder tocar el cristal, una voz me hizo dar un salto propio de un gato asustado. La primera vez que oí esa voz. Y, cómo no, me dirigió unas palabras encantadoras:

- ¿Quién eres tú y cómo has llegado hasta aquí?

Insisto: mis neuronas no eran del todo funcionales en ese momento. Lo único que pude responder fueron balbuceos.

- Eh...

- ¡Te he hecho una pregunta! ¿Formas parte de los templarios? ¿O de los masones tal vez? 

 Templarios. Masones. Si mi cerebro hubiese estado en sus cabales, sólo con eso ya habría salido por patas. Pero claro... yo no entendía nada. Cosa que intenté hacerle ver. Pero lo que conseguí fue que me exigiera respuestas mientras "empuñaba" un fuego azul muy raro. Juro que es la última vez que lo digo: en ese momento, no podía pensar con claridad. 

- Yo... el bosque... las setas... la luz... 

No tengo claro si intentaba explicárselo a ella o a mi misma. Pero dio igual, porque nos interrumpió un ruido fuerte que me hizo dar otro salto. 

- ¡¿Que pasa ahora?! - gruñó Miss Simpatía


- Jamón - por un momento pensé que se refería a mi y no entendí por qué me llamaba Jamón. Pero no. Se refería a una bestia parda, literalmente, con cierto aire porcino - Ya conoces el procedimiento. Nos ocuparemos de esto después. Voy a ver qué ocurre.

Sí, se refirió a mi como "esto". Aunque en ese momento me preocupó más lo del procedimiento. Y el hecho de no haber visto a esa mole gigantesca en la sala hasta ese momento. Hay que reconocer que Jamón sabe ser muy discreto cuando quiere. También puede ser muy delicado. Aunque eso es bastante raro. En ese momento, por cierto, no lo fue. Me cogió del brazo y empezó a arrastrarme por aquel lugar desconocido. Ahora que lo pienso, es raro que no me cogiera como a un saco. Quizá eso lo reserve sólo para los conocidos, y en ese momento yo era un "esto" desconocido. De nada me valió chillarle que me soltara y golpearle con mi mano libre hasta hartarme. Me llevó a rastras por los pasillos y por esa interminable escalera que a dia de hoy sigo odiando con todas mis fuerzas (milagro es que aún no me haya descalabrado por ella) 

Durante el trayecto pregunté varias veces a dónde me llevaba, aunque la única respuesta que obtuve fueron gruñidos. Llegué a pensar que Jamón no hablaba mi idioma. Me tropecé con algo (no sé si fue una piedra o mis propios pies) cuando por fin se acabaron las escaleras. No me la pegué porque Jamón me seguía sujetando con fuerza. Aunque al alzar la cabeza y ver donde estaba, casi deseé haberme dado un golpe y pasar un rato inconsciente. 

Definir ese lugar como "lúgubre" es quedarse corto. Muy corto. A dia de hoy sigue dándome escalofríos. Procuro evitar bajar ahí. Para los que no habéis estado nunca: imaginad una mazmorra oscura, fría y húmeda. Pues peor. 

Con la delicadeza propia de un rinoceronte enfurecido, Jamón me tiró dentro de una de las jaulas. Nunca me he parado a contar cuántas hay. Aunque durante mi estancia allí estuve sola. Más o menos. Quiero decir que no había nadie más encerrado... que yo recuerde. 

- No mover - por fin descubrí que Jamón sí hablaba mi idioma. Pero no es que sea la persona más comunicativa del mundo.

- Espera... ¡¿No vas a dejarme aquí, verdad?! - recuerdo haber pensado que eso tenía que ser una puñetera broma.

- Miiko decir no mover - tardé más de lo que estoy dispuesta a reconocer en caer en que "Miiko" era Miss Simpatía, reina de las bienvenidas calurosas. 

- ¡Ni de coña me quedo aquí! - ya lo creo que me quedé. Jamón desapareció escalera arriba antes incluso de que mi voz dejara de rebotar contra la piedra - ¡¡¡VUELVE!!! ... ... ... ¿Por favor? ... ... ... ¡¡¡Al menos déjame una linterna!!!

Di una patada cargada de frustración contra los barrotes de la jaula, lo que sólo me valió para hacerme daño en el tobillo. Se me escapó un improperio y me dejé caer. El suelo no es que fuese mucho más cómodo que estar de pie, pero tampoco tenía muchas más opciones. Hice un repaso mental de todo lo ocurrido. El bosque, las setas, la luz, el cristal, la zorrla tal Miiko, Jamón... Todavía no había terminado de hacerme una idea aproximada de lo ocurrido cuando una sombra se alzó sobre lo que debía ser agua y me miró. 

Lo reconozco: me cagué viva. Me aparté todo lo que pude de aquella cosa, casi fusionándome con los barrotes de la jaula. Estaba segura de que acabaría siendo su cena. O su merienda. O lo que fuese. Para preocuparme por la hora estaba yo... 

La cosa del lago volvió a sumergirse y yo cerré los ojos, me tapé los oidos y recé a un dios en el que nunca había creído para encontrarme en el bosque al abrirlos. 

Obviamente, no funcionó. 

Al abrir los ojos, seguía en aquella prisión húmeda, con el culo y los pies helados y dolor en los brazos. Por mucho que yo deseara que aquello fuese una pesadilla, todo parecía indicar que era real. Muy real. Demasiado real. Y para colmo, mis neuronas decidieron que era el mejor momento para ponerse imaginativas y juntar lo que me acababa de ocurrir con todas las historias de terror que conocía. Me imaginé todo tipo de situaciones. Salvo las que acabaron ocurriendo.

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